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domingo, 3 de abril de 2011

WALTER BENJAMIN

Por qué Benjamin

POR ALEJANDRA USLENGHI

 
Filósofo, teólogo, filólogo, crítico literario, ensayista, sociólogo urbano, coleccionista, archivista, escritor de cuentos para niños, teórico de los medios, autor de memorias, conocedor del hashish , teórico del fascismo, surrealista aficionado, melancólico profesional. Una reflexión sobre la obra de Walter Benjamin (Berlín, 1892-Portbou, 1940) implica advertir el inventario de incongruencias que hacen de su pensamiento uno de los más originales de nuestra época. Su influencia se ejerce desde los estudios culturales a la deconstrucción, del psicoanálisis a la nueva filosofía de la historia, de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt al post estructuralismo, de la teoría del cine a la micropolítica de Foucault y la hermenéutica de Heidegger. Benjamin personifica un inclasificable impulso intelectual que ha quedado asociado a su continuo devenir migrante. Inicialmente reconocido por su tensa relación con Gershom Scholem y Theodor Adorno, quienes fueron efectivamente responsables de la diseminación póstuma de esa obra; a veces aliado e interlocutor de Brecht, Kracauer, Bloch y Buber; finalmente refugiado en París y parte de círculo de Bataille en la década de 1930, Benjamin no deja de ejercer aún hoy una fascinación tan sorprendente como inesperada. Las ironías de la historia son contundentes. Ignorado en su tiempo, una estrella intelectual en el nuestro; condenado al ostracismo por su propia universidad, una pequeña industria académica hoy. Su póstuma canonización habla del historicismo del que él desconfiaba. Fue el mismo Benjamin quien caracterizó su propia obra como “una serie de pequeñas victorias y fracasos a gran escala”. A excepción de su tesis doctoral sobre el Romanticismo alemán, un temprano ensayo sobre Goethe y su singular colección de aforismos, Calle de dirección única , su corpus está integrado por ensayos, fragmentos, notas periodísticas, y una inmensa proliferación de notas póstumas, citas y esquemas, reunidas hoy en una peculiar edición de “obras completas” por sus editores alemanes. Su proyecto más ambicioso, la llamada Obra de los pasajes , una vasta compilación de citas y notas que reconstruyen la cultura del París de Baudelaire, compuesta durante más de una década de exilio, quedó inconcluso e inconcluible.
Su trayectoria vital e intelectual está enmarcada por el doble trauma de las dos guerras mundiales. Desde su nacimiento en 1892 en el seno de una familia judía burguesa asimilada, hasta su final como marxista desencantado cuando en 1940 huyendo de la Francia ocupada por los nazis se suicida, tanto su escritura como su biografía registran el continuo derrumbe de la Europa moderna y las contradicciones políticas e intelectuales que acosaron a una generación. Fue testigo del fracaso de todo esfuerzo revolucionario de izquierda –en Alemania, Hungría, España, Francia, y eventualmente Rusia– para contrarrestar el ascenso del fascismo que se extendía en Europa. Para el pensamiento de Benjamin, en esa crisis resuenan las grandes ilusiones perdidas que definen ya más de tres siglos de modernidad, pero no a modo de una comparación melancólica, sino más bien como el registro de las “esperanzas sin fundamentos” que vemos resurgir en la repetición de oportunidades malogradas y como tales toman su energía de la derrota pasada. Las similitudes con la memoria involuntaria en Proust, con las correspondencias simbólicas en Baudelaire, con el mesianismo tardío en Kafka, y la estructura del trauma en Freud fueron elaboradas por el mismo Benjamin. Lo que lo distingue es su específico énfasis en la historia como un lugar de redención, impensable sin la revolución: el imperativo de la cultura judía de recordar los sufrimientos pasados se convierte en el imperativo marxista de eliminar los presentes. La tecnología fotográfica le daría un modelo y una metáfora para esta noción de la historia como acción diferida. Escribe: “Hay imágenes que nunca hemos visto hasta que las recordamos. Aquellas imágenes reveladas en el cuarto oscuro de la experiencia vivida son las más importantes que llegaremos a ver. Uno podría decir que los acontecimientos más profundos han sido equipados con una pequeña imagen, una fotografía de nosotros mismos.”

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