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En el centenario del nacimiento de Norman Mailer

sábado, 18 de septiembre de 2010

Retrato del hombre que fue el mismo y también fue otros

El primer volumen compila Poemas de la oficina, Noción de patria, A ras de sueño y Letras de emergencia, textos que abren el panorama de las preocupaciones de Benedetti y su determinación de abordarlas con todos los materiales que le da la lengua.


Por Liliana Viola

Si hay en toda Latinoamérica un poeta cantado, ese poeta es Mario Benedetti. Los Olimareños, Daniel Viglietti, Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Nacha Guevara, Ismael Serrano, el piano de Favero. La lista sigue. Grandinetti recitándolo como un credo, el mismísimo Mario leyéndose en voz alta como un personaje taciturno y sabio de película argentina. Los choferes de colectivos que pegaban sus versos en formato de poster atrás del asiento y todos los pasajeros que lo rumiaban durante el viaje. La lista sigue. A tal punto que en 1993, el mismo Benedetti editó Canciones del más acá, donde recopilaba unos sesenta poemas que habían sido apropiados por diferentes intérpretes. En una época en la que ya no se aprenden poesías de memoria, largas generaciones recitaron entusiasmadas este lenguaje propio, este “código Benedetti” o ritmo interno, modo particular de nombrar cosas comunes a los habitantes del Cono Sur: la prepotencia, la rutina, el fracaso de la clase media, el amor como tabla de salvación, el exilio y también esa palabra inventada y experimentada por él mismo, el “desexilio”. Un optimismo nunca ingenuo ni tonto, si se toma en cuenta que siempre renace desde la evaluación de una realidad cruda y hostil, muchas veces vergonzante.

A menos de dos años de su muerte, vaya a saber si por fuerza de la nostalgia o por necesidad de rectificación, se impone una relectura de sus obras, todas sus obras, una necesidad de mirar otra vez el rostro de Benedetti, que por tan familiar y tan vecino no se vaya desdibujando. “Me interesa conocer el rostro del escritor, y éste sólo es reconocible en las obras completas”, había dicho alguna vez, tal vez clamando la atención por una obra múltiple, que suma aproximadamente ochenta títulos donde transitó casi todos los géneros posibles e imposibles. Desde la rima más pegadiza hasta el haiku, desde el diario íntimo del protagonista de La tregua a la maestría feroz de Gracias por el fuego, artículos periodísticos, arengas políticas, cartas literarias, papeles privados que se ocupó de guardar para la posteridad. En cada uno fue el mismo, pero también fue otros.

Biblioteca Benedetti Poesía

El 14 de septiembre se cumplieron 90 años de su nacimiento, y a los festejos que impulsa la Fundación Benedetti con el lanzamiento de un libro inédito y la creación de un concurso internacional de trabajos críticos sobre su obra, Página/12 se suma con la colección Biblioteca Benedetti Poesía, cuyo primer tomo se presenta mañana junto con el diario. Esta colección, de la cual irá apareciendo un libro por mes, está compuesta por doce tomos en los que se han reunido veinte títulos editados en vida por Mario Benedetti y que abarcan desde los primeros pasos hasta los últimos. Desde el hallazgo que lo consagró en 1956, Poemas de la oficina, pasando por los ya clásicos Noción de patria, Viento del exilio, Próximo prójimo, hasta llegar a El mundo que respiro (2000), Defensa propia (2004) y Adioses y bienvenidas (2005).

La edición de este diario, que se mantiene completamente fiel a las versiones originales, incluye prólogos escritos especialmente por poetas, críticos y escritores –Fernando Noy, Mariana Enriquez, Claudio Zeiger prologan los tres primeros–, dando cuenta de la expresa intención de esta biblioteca, que se completará más adelante con otros doce títulos con su obra en prosa: alentar no simplemente la lectura sino la relectura. A lo esperable, por repetido y recordado, le irán apareciendo las sorpresas que el escritor aún se reserva. Capacidad única de simplificar sin romper, sin dejar partes afuera. De ejercer la violencia sobre un pueblo aletargado, sin herirlo. Implacable en sus convicciones al punto de hacerlas proyecto literario que simultáneamente es un proyecto de país.

No es tan sencillo desentrañar las razones que convierten a una persona o a una obra entera en un mito. Y Benedetti, además, da la impresión de haber tenido algo que decir de todos los mitos y mitologías del sur. Para él, y a partir de él, el exilio es viento, Allende es “el hombre de la paz, la frente libre de pesadillas, el hombre que era un pueblo”, los desaparecidos “están en algún sitio / concertados desconcertados / sordosbuscándose / buscándonos”. Para él hay alguna razón secreta por la cual no se repitieron ya los viajes a la Luna, el bueno de Armstrong “algo debió explicar a su regreso/ algo diferente al discurso de gloria/ que le ordenaron pronunciar eufórico”. Impredecible Benedetti, puede escribir una habanera o un tango, convertirse en poster y denunciar el poster en el que han convertido al Che Guevara: “Lo han cubierto de afiches/ de pancartas/ de voces en los muros/ de agravios retroactivos/ de honores a destiempo”.

En todas estas palabras reunidas, cada lectura tiene la oportunidad de buscar las razones del mito, o mejor dicho, de ese “mito discretísimo”, como lo definió recientemente su biógrafa Hortensia Campanella.

La oficina, la patria, los sueños, el ritmo

El tomo que aparece mañana contiene cuatro títulos: Poemas de la oficina, Noción de patria, A ras de sueño y Letras de emergencia. En doscientas páginas, estos textos escritos entre mediados de los ’50 y comienzos de los ’70 abren el panorama de las preocupaciones del autor y de su determinación de abordarlas con todos los materiales que le da la lengua.

Los cuatro libros apuntan a objetos bien diferentes, pero que a la luz de Benedetti cobran coherencia: el gris de las oficinas convertido en objeto poético, la patria ya no como bandera a celebrar sino como una idea que duerme mucho pero que no sueña nada y a la que hay que despabilar, el pasaje onírico por los mismos territorios y el ingreso al cancionero de protesta visitando el tango, la habanera, la milonga y los cielitos más virulentos.

Las reflexiones del mismo Benedetti acerca de la relevancia de sus poemas de la oficina dan ya una pista sobre su proyecto literario, que si bien se hace evidente en este libro, nunca termina: “A partir de esa cosa gris que tiene la vida oficinista, yo traté de encontrar una esencia poética. En mi país había surgido una poesía de corzas y gacelas y madréporas y cosas así, que empleaba como base de metáfora una flora y una fauna ni siquiera existentes... el lector uruguayo le huía en general al libro nacional... porque no encontraban temas comunes casi, ni palabras comunes como aquellas que formaban su lenguaje, que expresaban su vida... Creo que el mérito que pueden tener los Poemas de la oficina es haber intentado llevar ese lenguaje, esas preocupaciones, esa problemática cotidiana a la poesía. Estos poemas de temática tan poco prestigiosa desde el punto de vista literario nos abrieron los ojos al país gris y triste que éramos”.

Fernado Noy destaca en el prólogo que este libro “le brindó a su autor la posibilidad casi utópica de crear una especie de poesía burocrática nunca antes vista, donde la epifanía de ciertos detalles laborales se agiganta como inesperada tabla de náufragos para quienes padecen horarios sin respiro. En sus páginas descubrimos que la esperanza apenas ‘cabe en un dedal’, metáfora de ese sueldo indigno, sucio de sobres manchados por jaurías de sellos alimentando la insaciable voracidad de toda burocracia. Multitud de autómatas cumpliendo horarios resignadamente hasta que la jubilación los separe del capataz urbano. Uniformes y figuras que al final terminan siendo la misma ajusticiada maraña de ojos que espían con ansiedad las dagas giratorias del reloj decapitando horas”.

Para Noy, vaya donde vaya, lo que jamás se pierde de vista en la poética de Benedetti es el suelo propio. Ese suelo es un Uruguay que hasta el momento ha mantenido su mirada fija en el exterior, desconociendo su propia y riquísima cultura. Benedetti lucha y logra hacer que comiencen a mirarse y redescubrirse. A su vez, en referencia a Letras de emergencia, Noy toma nota de que estos cantos de resistencia trascienden los límites de Uruguay, “cielitos sinceros contra una oligarquía compartida por ambas orillas. La bronca cruza las márgenes de un mismo río de este poeta que desde que irrumpe genera sucesivo y renovado placer, burla inteligente que supera hasta el tiempo”.

La estética de la colección diseñada por Alejandro Ros no por casualidad remite al tiempo, “el mago lejanísimo y borroso” contra y con quien luchó siempre. Doce tomos, el día entero dedicado a reconocer el rostro de un escritor.

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